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Mostrando entradas de junio, 2012

Música para malogrados

"Te escucho, lector y no te negaré que casi se acabó la fiesta y que el cielo radicalmente negro siente indiferencia por todos, pero imagina, por un momento, que vas por ese último trayecto que le queda a la literatura y estás con los personajes de tu propia música en la última frontera, perdido en el desierto de Sonora, por ejemplo, al final de todas las búsquedas, o en la biblioteca gótica del gran Gatsby y te llamas Ojos de Búho y eres aquel tipo de grandes lentes que va siempre aturdido después de haber comprobado con asombro que los libros de la casa de Gatsby no son falsos" ENRIQUE VILA-MATAS El País, Babelia , 2 junio de 2012

Desconcierto

Como si solo fueses un recuerdo vago y escondido, la memoria leve de otra vida.  (Así te quiero  desde que no estás, solapo a olvido la erosión de mis recuerdos sobre tu imagen)

4:51 am: frente al mundo

Todo apuntaba a un libro laberíntico, casi diríase que borgiano. Por el cajo y en la base del lomo el cuero terminaba áspero, erosionado así por los años y las manos. En la boca, la cabezada estaba cosida profesionalmente, quizá por un artesano cualificado o por los hombres-correo que escondían allí mensajes secretos y poemas. En la hoja de guarda, una no-palabra encabezaba el volumen, así: “Tawctbb.Ootinrt” Terminó el café extrañado y febril escuchando a Mahler por los auriculares. Después recogió la mesa y salió a fumar. Afuera, el claro de luna satinaba la acera y los silencios. Entró de nuevo y volvió al libro impetuosamente. De golpe su curiosidad se disipó como la ramificación de un relámpago: en la página 107 leyó su propio pasado inmediato: “La puerta se abrió y se cerró. Montag se encontró otra vez en la oscura calle, frente al mundo” Lo escribí hace unos meses, inspirado en la lectura de Fahrenheit 451. Lo presenté a un concurso de microrrelatos pero, por su

Porvenir

Imagen
fuente: http://www.acantilado.es/cont/catalogo/imagePot/NACA059.jpg "El aire se fue arremolinando hasta conseguir una lluvia de hojas y espantar el manto de niebla, y la luz cambió de color. Todo cuanto teníamos alrededor configuraba la respuesta a la esperanza, y pensé que también era necesario para vivir aquello que se esperaba, que para andar por la vida no bastaba con lo que se conocía o se recordaba." El palacio azul de los ingenieros belgas. Fulgencio Argüelles. Acantilado. 2003. p.280