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Noche en Carver

Anochece, y un fulgor en el horizonte desdibuja la bahía, emborrononando la última luz. Salpicaduras de sol en el cielo opaco. Cerca, respiran los faros, uno cada vez, a diferentes ritmos, como codificando el tiempo para quien quiera desentrañar sus misterios. En las dársenas los niños alzan la voz, gritan y rien y son repetidos por sus ecos. Conversan entre ellos, reconstruyendo con sus voces el puzzle desperdigado de la infancia. Parecen ignorar el porvenir, y eso me alegra y me entristece a la vez... Lejos, las estrellas parecen pacientes hitos en el camino. Con calma emiten una luz suave, que se sintoniza, como un automatismo, con el leve tono de esta noche. En el mundo suceden millones de cosas, millones de músicas, millones de caídas, millones de vehículos, millones de comidas y cenas y bebidas, millones de bailes, atropellos, peleas, copulaciones, fuegos, borracheras, discusiones, carcajadas, llantos... Millones de corazones rotos desplomándose en la curva decadente d

4:51 am: frente al mundo

Todo apuntaba a un libro laberíntico, casi diríase que borgiano. Por el cajo y en la base del lomo el cuero terminaba áspero, erosionado así por los años y las manos. En la boca, la cabezada estaba cosida profesionalmente, quizá por un artesano cualificado o por los hombres-correo que escondían allí mensajes secretos y poemas. En la hoja de guarda, una no-palabra encabezaba el volumen, así: “Tawctbb.Ootinrt” Terminó el café extrañado y febril escuchando a Mahler por los auriculares. Después recogió la mesa y salió a fumar. Afuera, el claro de luna satinaba la acera y los silencios. Entró de nuevo y volvió al libro impetuosamente. De golpe su curiosidad se disipó como la ramificación de un relámpago: en la página 107 leyó su propio pasado inmediato: “La puerta se abrió y se cerró. Montag se encontró otra vez en la oscura calle, frente al mundo” Lo escribí hace unos meses, inspirado en la lectura de Fahrenheit 451. Lo presenté a un concurso de microrrelatos pero, por su

Cielo raso

Compulsion___Charlie Parker Hace calor y afuera está lloviendo. El tintineo en la ventana se acompasa al ritmo del jazz. Según decreto ley se reservan ocho horas al día para literatura. Nosotros preferimos combinar ese asueto con el jazz y el vodka y creamos una atmósfera que quiere ser París y de hecho lo es en casi todas sus posibilidades. Nos sentamos juntos sobre la alfombra del suelo, nos recostamos los unos en los otros mirando el cielo raso , a veces bebemos café... Los zapatos llenos de lluvia, decía, dejaba caer varias veces la frase, la barnizaba de contextos, la instanciaba en momentos y vidas puntuales y lo hacía evidenciando lo ornamental de la frase que en si ya era rococó desnudo, abigarrado arco de lirios recortándose en el vacío. Revisita París abriendo un libro. Nada más. Revisita el París de la luz blanquecina. Revisita Rayuela.

Historias de amor

Me encantan tus historias de amor le dice. Me fascinan hasta el punto de fascinarme tú también por ser víctima o beneficiario de ellas. Él le mira contrariado, en su fuero interno se ve más víctima que beneficiario pero no puede negar que las historias de amor aún siendo fatales no dejan de ser fascinantes.

Construyendo nevermore

Escena de Old Boy, de Park Chan Wook Ploc, ploc, ploc, protesta insistente el goteo del inodoro. Soy pobre, ya hace un par de horas que no tengo paciencia ni estribos, el sentido humano se esfumó en el aire de la noche. Todo ello perdiendo dinero y sin darme cuenta de que mi virus es mi lucha

Stephane aprende a remontar

Stephane aprende a remontar pero en (la) realidad no lo sabe. Se desdobla en las noches en actos inofensivos. Se busca constantemente y nunca se encuentra. Y puede que ese sonido sordo, la búsqueda infructuosa, sea la única nota triste de esta canción. En aquellos momentos en que su voluntad decide que debe morirse Stephane se duerme y así se desapunta temporalmente de este lado. Entonces viaja, y el ruido desaloja poco a poco este saturado mundo dejando paso a una nitidez que no es otra cosa que el ligero y conmovedor soplo de aire que despeja todos sus miedos. Stephane no sabe el surco, no conoce mi fascinación ni mis inquietudes legendarias reflejadas en las suyas. Por eso nunca se confunde y hace siempre lo correcto y por eso supo que el secreto para no morirse está en dormir, caerse redondo en cualquier sitio y salir de aquí. Acaba de escaparse, me ha dejado una nota debajo de la puerta. Me dice: "tio, soy un ciclo que nunca termina: cuando cierro los ojos, se me abre el cora

Amistad

Desnudos bajo la tormenta nuestras risas se confundían en un llanto visceral. Desde el mirador vimos relámpagos caer en la playa y el chasquido inmediato del trueno avivaba nuestra locura. Escondimos las lágrimas en la cortina de agua. Respirábamos electricidad, indiferencia, evasión.