Nordés y barro, voluntad y hogar
El mundo es arcilla Bienvenida . Quique González Bajo el pinar chilla el invierno y sobre el suelo de espinas yace el nido volcado de una pega, un informe entramado, perfecto hogar de plumas, ramas y barro. El nordés, que nos define, también nos desequilibra, a los funambulistas del viento, a los que caminamos vacilantemente sobre una cuerda, sin más abismo que el empeño por poner ahí debajo el acantilado voraz del propio miedo. Nos define el nordés y el barro. La pega, en la sombra de Diógenes, colecciona bajo el alero del teixo, cáscaras, excrementos y brillantinas, lo mismo que los buenos y malos recuerdos que son punta de flecha de la memoria, aquello con lo que construimos -golpe a golpe, verso a verso- todo lo que somos: voluntad y hogar. De ahí, con barro y esmero, cada invierno, cada ciclo, una y otra vez el animal construye -inexpresivamente- su cobijo, se empeña, desgastándose en el tiempo, como una roca en la erosión del río, dejándose la piel y la plumas, amig