Foxos
Aunque nací en Foxos
en el exilio olvidé
sus vericuetos.
Hoy, el oleaje
quiere desmontar
las ensenadas.
El mar intenta penetrar
furiosamente en la roca
pero solo consigue volver
atrás,
humillado en batido
de burbujas y salitre.
La mañana es benévola:
perdona el frío,
los miedos...
Los acantilados aguantan
impasibles
las tarascadas del tiempo
en sus costillas.
Y a mí, que escribo
en cladestinidad,
también me moldea
su insistencia,
también me transforma.
Y es que he vuelto a casa,
a describir
como un topógrafo
mis sentimientos,
a recorrer de nuevo los caminos,
a comparar las lluvias
del invierno.
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