Quietos y callados,
sobre un tronco
cruzamos el río
longitudinal
en dirección
hacia lo que no somos.
Hemos visto
pasajes oscuros
durante el camino,
meandros donde la luz
parecía pedir socorro
entre las rendijas
de un bosque tupido.
Por mirar ensimismados
a las orillas
volcamos violentamente
en la tragedia
de un pedregal.
Los troncos
se han ido
solos, desvencijados,
sin mirar atrás,
siguiendo el curso
de un río
que siempre huye
hacia su final.
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Felicidades.