Todo aquello que lucha por nosotros

"Multitudes enteras habían llegado allí durante más de un siglo, habían labrado la tierra, abierto surcos cada vez más profundos en ciertos lugares, en otros cada vez más irregulares, hasta que una tierra ligera los recubría y la región volvía a la vegetación salvaje, y procreaban y desaparecían. Y así sus hijos. Y los hijos y los nietos de aquéllos se encontraron con esa tierra como se encontraba él, sin pasado, sin moral, sin lección, sin religión, pero contentos de estar y estar en la luz, angustiados frente a la noche y a la muerte.”

El último hombre. Albert Camus

 
“Probablemente de todos nuestros sentimientos el único que no es verdaderamente nuestro es la esperanza. La esperanza le pertenece a la vida, es la vida misma defendiéndose”
 
Julio Cortázar

 

Transcurre el día con formas de sueño.

No embriaga el momento, solo se filtra

como un veneno que seda de oscuridad

y se administra lentamente, sin matar.

No es júbilo sino distracción. No es presencia.

Solo mirarse las manos

sin ver en ellas los restos de arcilla,

el compromiso con la vida,

la conciencia de hallar luz,

de estar en ella.

Acecha el soplo de la muerte,

el rumor sórdido de las almohadas.

Y mientras se diluyen los recuerdos

ya no sabe uno si volver a ellos

-y estropearlos un poco más-

o dejarlos, definitivamente,

en el olvido, semi-intactos,

como las cicatrices bellas de un rostro

o el relato gastado en las bocas

hasta erosionar su esencia.

 

Pero siempre queda el elemento heroico

que redime el tiempo desechado:

la estrella que destellea en la noche,

el eterno paisaje sentimental de un momento brevísimo,

el subterfugio de la esperanza

que no es sino la antorcha de la vida defendiéndose,

amparándonos.

Todo aquello que lucha por nosotros,

que se nos ha dado,

como el tiempo propio

y el regalo de la luz.

 

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