Soy y tengo
Es pronto para la amnesia
y tarde para irnos intactos
Consejo de sabios. Vetusta Morla
Tengo un poto que nace
y una casa, un amor pasajero,
un nido de amores,
un padre buscándome,
una familia que aguarda.
Tengo miedo y esperanza,
un coche en el taller,
un Bill Evans, un Borges,
una pena pegada a la piel.
Tengo sueños efímeros,
deseos sobre deseos,
caos meridiano, astillas de héroe.
Tengo los hombros aplastados
por la presión, un pasado guardado
en la mesita de noche,
años brillantes, nocheviejas,
lunas de agosto,
la infancia marchita, la cabaña en el árbol.
Soy, a mi pesar,
guardián entre el centeno,
el que se preocupa, el dramático,
el hombre nervioso, el que aparenta,
el niño perdido.
Soy árbol, soy el que casi sale,
el que se va, el que se queda,
el muerto viviente, el tonto que friega,
los restos de las cenizas,
la hoguera de mi vanidad.
Soy el hombre que amó,
el deseo en potencia, la luz prometida,
el verso suelto, el cisne negro, el mirlo blanco,
el hombre corriente, el del traje gris.
Soy dudas y cálculos,
soy un saco de lágrimas,
soy unos párpados solamente,
el abisal peso de los años,
la urgencia y la nada,
el amo y el esclavo,
el guerrero inconsciente.
Tengo un cuerpo a pedazos,
un televisor de 55 pulgadas,
un ático, una Scott, un sueño de muerte.
Tengo amigos. Tengo gente.
Tengo el más grande amor
por la vida y el terror más sórdido
por la muerte. Tengo sueño.
Soy una espada roma
y un nudo de acero,
soy un proyecto en marcha,
una promesa, un hombre predeterminado,
el que quiere romper sus ciclos,
el que quiere salirse, el iconoclasta.
Soy un hombre que se fuga
de su propia vida.
El preso de celda abierta,
el apologeta, el sumiso,
el buey de carga, el pepito grillo.
Soy todo lo que fui
y lo que seré.
El que lucha incansable
con los ojos vendados.
El que mira atrás.
El que sufre. El que ama.
Soy, en definitiva,
el que quiere vivir,
y se asombra de lo vivido.
El hombre perplejo,
el deseador.
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