Anna y la luz
Anna llegó a casa con decisión palíndroma. La dirigí al salón y allí vió la ventana y las feas cortinas.
Ahí lo tienes, empecé.
Me miró, miró de nuevo la estampa y después hizo un levísimo gesto de disgusto, de decepción.
Intenté arreglarlo:
Deberías ver esta ventana desde la ventana de tu navegador, le dije.
No importa, contestó sin dejar de estudiar el encargo.
Lo que pasa es que hay demasiada luz...
Y mis ventanas tienen las persianas cerradas porque...
Dejó pasar un silencio y añadió:
Porque me gustan los rayos de luz colándose por los infinitos ojos de las persianas.
Durante un minuto estuvimos absortos en la ventana y en la lluvia.
En un gesto estudiado ladeé la cabeza y le dije:
Es una cuestión de opacidad.
Apenas había terminado de hablar se rió tímidamente y susurró casi para si misma:
No importa
Gracias
Y cogió carrerilla, respiró hondo y de un salto cruzó la luz oblicua que entraba por la ventana y desapareció en la tarde luminosa y mojada.
Dedicado a Anna (Equinoccio de febrero)
Comentarios
Gracias :_)
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Me inspiras Tin! gran texto!
Tu padre es un sabio.
precioso.
unabrazotron