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La espera

Cierto tono en el ambiente -casi como un presagio que se derrumba sobre la noche- me hizo cambiar de planes mientras te esperaba. De la cerveza y el libro bajo el límite gris del cielo pasé a una libreta de pauta clara y el deseo sobre la frente de dejar algo escrito. La noche empuja el gris cielo hacia abajo. Pienso en este momento y en el momento dentro de veinte minutos. Otra premonición. Otra diversión que me depara el tiempo. Su emoción eventual, entre la ilusión y la trascendencia. Y no termina ahí -solo hacia adelante- el relato de la tarde adormecida. Hacia atrás, la escena de farola y muro se dibuja sin trabajo en la memoria. Ya cae la noche en todas las direcciones. Ya se drena por entre los huecos de un letargo sorprendido, un tropismo, y el desafío oportuno que se presenta como una toma de aire tras la angustia de la imersión. Vacilo, derivo, vaivén... Ya está aquí la punta de lanza, el pronóstico de los veinte minutos. Ya apenas veo lo ...

Mayo

El toro tras el manzano resultó ser sólo un cuerno dorado, muy fino, tirando con saña de la curva del mar fugitiva. Yo ya he muerto si los grillos callan, si las estrellas se bloquean de repente en un uno o un cero, si se extingue en nada el aroma vivo, tan superfluo, contemporizador de mayos y silencio. Los árboles en fotograma son también pasado y futuro, memoria, nunca ya, jamás delegaciones espurias de la muerte y del caos. Las casas guiñan amarilla luz en las ventanas y pasa el tren a lo lejos, entre bosques de castaños y recuerdo. Y después, al final, se esconde tras los tejados del oeste un Venus regado de silencio , y el viento pasa como un minutero que huye de ayer y los párpados se quedan adormecidos, como pequeños gorriones en mitad de la oscuridad y el olvido.