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Mostrando entradas de junio, 2009

Pensar con los poros

Lo tenía. Lo tuve. Sí, todas las palabras hiladas una tras otra. Sonaba armónico sin salir a ningún sitio. De la visión a la mente y de la mente a la dialéctica y de ahí otra vez a la mente y el ciclo, nunca mejor dicho, se recorría pasajes y pasajes, sin parar y sin tregua. Como un remolino, como los monólogos sonámbulos, tan llenos de yo sin mí, tan brillantes, tan ajenos, tan Horacio. A veces es mejor no dejar escapar nada, no ceder, no donar nada ni al aire ni a la hoja en blanco. Ni a nadie. Al final me repuse de las espirales y cambié los pensamientos por las sensaciones y comencé a sudar, a bajar y subir escaleras, a pretender, constantemente, sin parar, a sentir el mar y el cielo como un cuadro y no como un poema y de cuando en cuando me giraba levemente y le hacía un guiño cómplice al sol que ya se fundía burbujeante en el mar. Con la inercia, el feedback de tres bajadas y cuatro subidas encarrilé el asfalto con potencia y de repente aparecí en otra postal totalmente empapado

Muchos

Soy muchos yo todo el día cambiando de color y textura Por la noche soy infinitos otros que desembarcan torpes en las madrugadas y detectan un piso siempre fangoso e inestable Cuando soy una instancia me vuelvo Le niego al mundo observar todos y cada uno de sus movimientos Me alejo Y a cada poco vengo y me giro Vengo y me giro Siempre acabo desesperado y roto hastiado de la oscura lucidez Ese silencio hueco al otro lado del sonido que nunca es y nunca llega y al final se rompe de no ser nada

Right now (II)

Qué bonito, qué utópico Qué mierda de mundo

Ya está

--introduzca su texto aquí--

Aguadillas de la vida sin tregua (micropoema semianacrónico a pelo)

Aguadillas de la vida sin tregua Metaliteratura generándose y regenerándose sin parar

No son horas

No son horas, pienso fastidiado Sólo escribir Eso es Nada más Escribir O tratar de Y reencontrarme Con aquella cúpula crepuscular azul y naranja Con el microcosmos intransferible que formaba la arena roja y las aves y el mar y yo Todos uno, yacente y perdido como un animal perezoso que encuentra puntales de eternidad en el tiempo extático de los atardeceres

Noise

Made me realise___My bloody Valentine Abro los ojos y todo está oscuro salvo la presencia de unas rendijas de luz que se fugan por la persiana de su infierno naranja. El hambre me retuerce el estómago y parece que tengo un balón sin válvula dentro de mí. No tengo reflejos ni nociones horarias. Sólo la luz naranja artificial colándose en mi duermevela controla mi presente en esta madrugada repetida. Duermevela, sí. Thats me . Y tengo tanta hambre... ¿Cómo se llamaba ese grupo? Pastel de manzana. ¿Gloomy?, ¿Bloomy? Bocadillos de jamón con pan de verdad. ¿Sonic Youth? No, no. Pizza cuatro quesos, plato combinado, sobaos pasiegos. No sé qué hora es, está oscuro y ni siquiera estoy despierto, pero en este silencio lisérgico tengo tanta hambre que sólo puedo pensar en el noise nutritivo de My bloody Valentine.

Fin de algo (Puerto de montaña)

Y por fin, un ultimatum de la vida y el cuerpo: la necesidad vital de renovar toda una estructura anticuada que se mantiene trémula y dudosa como una figura que se va deformando en las efímeras nubes. Otro fin de ciclo, un poco más de masa corporal y una infinidad de caos al peso que gesticula y corrompe vilmente los días, todos, con azares caprichosos y cefaleas de libro de texto. Ni el consuelo de los espejos en los libros ni las formas estimulantes de la traidora música consiguen elevar esta carga forjada en años y años de estatismo en cama de uno noventa, MacBook blanco (con todo su universo de varicela y picores) y una más que cuestionable personalidad labrada en las transacciones que a veces, a golpe de finiquito, se dan en estos finales cíclicos y sosegantes. Llegó el calor y con él las lágrimas de fuego resbalando pesadamente hacia las comisuras, los tibios dolores de muelas y de corazón, las sofocantes madrugadas de triste deshielo. El olvido, sudoroso y exhausto, coronando la

Nuevas confesiones

Es que no eras el mismo, me dices con los ojos quemados de mirarme. Te dolía la casa, viajabas demasiado y sin motivo, rodabas por el humo de la noche igual que el sueño roto de una mesa, parecías amargo, muy perdido, tal vez por otros cuerpos, tal vez por una fecha en la vida de nadie, una cita sin año ni estación. El cuervo de la lluvia cruza por la ventana. Cuando yo no era el mismo, te quería también Nuevas confesiones___Luis García Montero