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Volver vacío

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Me llevo mucho. Casi todo excepto un otoño. Me llevo las calles rotas, las miradas duras, el tiempo lavado como una roca en la esquina de un río. Me llevo la colección de acentos, las miradas duras que no dejan de recordar el futuro robado a un país, su derrota circular. Me llevo los pies descalzos, perpetuados como una maldición en el cuerpo de los niños. Me llevo el mar ambiguo, las playas, los pocos perros que siempre son el mismo, el que intenta comprender el idioma del hombre estúpido y sonriente, el idioma del hombre estúpido y afligido. Me llevo miles de recuerdos, algunos irrecuperables, algunos lacerantes como el de los dos hermanos en mitad de la noche, caminando bajo la luz única de millones de estrellas, en una carretera hacia ningún sitio. Me llevo a mí, a mis heterónimos, A mis he sido, mis revival, mi continente mudado, alterado, infectado, enfermado, resurgido. Me llevo lo que fui y lo que voy a ser. Es o...

Sozinho pelas ruas

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En avenidas polvorientas coronadas de árboles de jacaranda la mirada de los azulejos rotos se refleja en otro océano, el símbolo de la inve rsión radical en la que me mezco. El otoño que no ha de llegar constituye una pérdida insignificante en el balance próspero de tantos pasos, kilómetros, sueños, miradas. En las pequeñas calles, esas tan quietas que la canícula tumba a los hombres sobre sus sillas de plástico o adormece el sonido de las radios y silencia los pasos del que camina. Cuando cae la tarde, y los carteles reclaman juegos para reconstruir un país con los brincos de sus niños, yo sólo tengo sentidos para caminar y beber sin esfuerzo todo lo que me ofrece este verano expuesto hacia mí como una ofrenda . Con la mente abierta y con suelas en los zapatos y sangre en la s venas y la mir ada al frente el miedo y el hastío se diluyen en el aire como un vapor de alcohol o un cielo nublado que se desvanece incólume , d igno. He muerto hacia atr...