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Habla el verano

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  Bella Aurora. Egon soda     Habla la roca ancha protestando contra el suelo allá donde hubiese reído por vez última algún bañista desafortunado. Habla el mar expresivo de esmeralda y mirada polarizada, de cuerpos como gérmenes, de plástico, de sed de eternidad y de capas de sudor y bronceado. Habla el viento que desdibuja los flequillos y levanta los sombreros hacia el cielo, como una graduación, como el final de la vida misma, como si el verano quisiese rebelarse y no ser la copia de la copia de la copia de la copia de un verano.

Playa de invierno

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Playa de invierno. Existe. Todos los años la olvido y la recuerdo como un sueño recurrente. Hoy pienso en ella. Cada paso falso de agosto es una gris mirada a las rocas, seis meses más tarde. La tarde corta y el sol apocado cayendo por un agujero que ni siquiera el viento nordés consigue esconder. Una promesa de primavera -que nada tiene que ver con el peregrinaje en estos días planos- salta en la adolescencia de cada año y la escarcha se desdibuja allá en la piedra imán y en el perfil sereno de los puentes. Llueve entonces, creedme. Y el estuario se atreve a mostrarse, poco a poco, como un caracol que se ha escondido, retraido, tras haberle molestado tocándole los cuernos. Nada funciona igual en un paisaje que sólo se ve con ojos de estío, festivos y vanidosos, con ojos grotescos como ombligos salientes, ojos que no están saciados de no ver nada sino que además quieren tocar aquello que han inventado hace dos días y que no es la realidad. En cada esquina, sacralizada por...

Aire

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Del estuario a la isla. De la isla al puente. Del puente al rio. Las gaviotas cruzan la playa desierta, una y otra vez. En busca de ángulos hacen círculos, trazan lineas, tejen espacios que mi pequeña historia solo acierta a sospechar. Siempre que vengo aqui parezco llegar en el momento naciente. En el preciso instante. En el dificil instante del nacimiento y el adiós

Venus

Ayer Venus apareció de forma única prendido de un cielo metálico, en algún punto del sur. Él subía la cuesta afanosamente, sin querer saber nada de los extremos que estrangulan el presente. Se despidió del planeta, elegante como un faro que alumbra las montañas. Juró solemnemente jamás olvidar ese pensamiento agazapado tras sus párpados.

Soy (poema inédito en barrica de roble)

La cáscara de este mundo son mis gateos y después mis correrías y después mis baños endulzados por las aguas de un río. En mis mismos hombros he de sujetar una cabeza alzada, un cuerpo entero, la genealogía oculta en las arrugas de mis manos. Quien soy se encierra en un pasado sin puertas. Las huellas de mi camino están ahí, siguen estando en las marcas silentes de un tiempo salvaje, en el instante breve de la memoria de mis pasos despegándose de las arenas.

Duelo

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Como en la vida la geometría en la playa no existe. Se es un naúfrago ya en la orilla, como un peatón apasionado de las arenas, casi un animal cretácico que entra vacilante a nadar en las aguas de un mar sin centro. Me he perdido allí muchas veces -contigo, contigo, conmigo- Al salir siempre he acabado encontrándome, ajustado, ganador de un duelo,  listo para ser otra vez libre desde el principio.

Los pasos ciegos

Y llegó la mañana que te superpuso en las coordenadas más sagradas de mi agenda. A favor de viento siseábamos juntos in a river that smells like the sea* y las palabras llegaban al mar y el mar daba nombre al río -y ahora estarás sonriendo- Se confabuló la playa para ser perfectamente imperfecta. Y tras unas huellas de agua en la arena de repente se hizo lunes un domingo a mediodía. A la vuelta tus ojos dejaron de pertenecer a la luz, y el viento te llevaba y yo te llevaba  y los pasos ciegos y los pasos que veían cosieron versos y saudade durante todo el camino hasta casa. *The riberbank. Bardamu. Ecce Homo . 2011

El emisario de tu reverso

  En algún eje del tiempo coincidió tu ausencia con la playa vacía. Hubo una resta entonces y del choque salió tan solo un yo victorioso, celebrando la soledad pero también sufriendo condicionales interrumpidas, la amputación del agua sin tu cuerpo. Después volviste y volvió la pleamar a las tardes atizadas por el viento, y vivimos. Ahora llega el otoño, aturdido y seco, como un emisario de tu reverso, como si, con retraso, llovieran postales sobre las ciudades y los niños fueran estatuas incapaces de recordar las sílabas de tu nombre.

Guarda ríos

Allá los árboles y aquí mismo el agua y la hojarasca se encargan de manifestar un otoño negligente que por fin se asoma casi en los idus de octubre. Una marcha fúnebre de hojas secas baja con la corriente como si la materia inerte también necesitase del mar para dignificar su final. Yo me dedico a ser testigo silencioso de estos acontecimientos. Vigilo las lanchas que ahora se bambolean con el estremecimiento del viento. Registro la subida y la bajada de la marea. Hago un escrutino periódico del cielo. En cierta manera soy el guarda ríos de este estuario calmado y frío. Pronto habrá menos luz y ya no estaré aquí para salvaguardar la tarde. Ya está desapacible: voy a abandonar el río a su suerte. Sigo mi camino hacia al mar

Abrazo en prosa para Pardiez (http://markingwords.blogspot.com/)

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¿Sabes? esto te hubiera gustado. La atmósfera es fría y limpia, como la de esos inviernos de inocencia adolescente (por llamarlos de alguna manera) que tanto te gustan. Al cielo metálico se le aplica el soniquete de un riachuelo fluyendo con descaro sobre el camino de tierra. Las olas son alientos sucesivos y el mar, si me permites seguir con el juego de metáforas, un animal loco por respirar cada bocanada de arena y agua. Hay una luna alta, con forma de arco robusto apuntando al horizonte. Me queda la luz justa para escribirte las últimas palabras y desear que te encuentres bien allá donde estés. Un saludo de calor desde la playa ya oscura, el paraíso verde y frío de donde procedes. Tin

Allí (haiku de otoño)

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Vamos a donde la arena y las promesas saben ser verdad

La espera

En esta espera se arruinan los silencios, se marchita el recuerdo anclado en la arena Pero yo sé que al final está la espesura del deseo bien extendida en un poemario ralo y destartalado Sé que al final está la dicotomía que seremos, la playa deshabitada, nocturna, el cielo sereno y la pena , merecida y leve , alegre distraída aleatoriamente diluida en el mar

Habitación de agua

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Una habitación de agua dentro de mi habitación de cemento Un contraste, quizá una pantalla, una caverna... (Pero eso es otro asunto así que contaré lo estrictamente cierto) Veo la playa el domingo Vienen, sólo de ida, unas olas graciosas y cojas que intentan llegar a trompicones hasta mi ventana Los arcos imperfectos de espuma traen la resaca casi hasta aquí Creo que puedo estirar las piernas y mojar los pies en la orilla, respirar silbar ser silencio subyugado por la orquesta del mar Un ser valiente se adentra en la jungla de olas y espuma Llamaré Dominico a mi amigo anónimo y terminaré este poema de la debilidad Muchacho, qué envidia te tengo desde mi ventana en el sur

Resistencia pasiva

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Resistencia pasiva es poesía + esperanza + vivir todos y cada uno de los segundos obviando clandestinamente las posibilidades infinitas el potencial energético el círculo

Pensar con los poros

Lo tenía. Lo tuve. Sí, todas las palabras hiladas una tras otra. Sonaba armónico sin salir a ningún sitio. De la visión a la mente y de la mente a la dialéctica y de ahí otra vez a la mente y el ciclo, nunca mejor dicho, se recorría pasajes y pasajes, sin parar y sin tregua. Como un remolino, como los monólogos sonámbulos, tan llenos de yo sin mí, tan brillantes, tan ajenos, tan Horacio. A veces es mejor no dejar escapar nada, no ceder, no donar nada ni al aire ni a la hoja en blanco. Ni a nadie. Al final me repuse de las espirales y cambié los pensamientos por las sensaciones y comencé a sudar, a bajar y subir escaleras, a pretender, constantemente, sin parar, a sentir el mar y el cielo como un cuadro y no como un poema y de cuando en cuando me giraba levemente y le hacía un guiño cómplice al sol que ya se fundía burbujeante en el mar. Con la inercia, el feedback de tres bajadas y cuatro subidas encarrilé el asfalto con potencia y de repente aparecí en otra postal totalmente empapado ...

Imposibles

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Quise imposibles Quise una playa imposible Una playa silenciosa Sin el tic tac de las olas Sin la vigilancia de las gaviotas Al final vi que no era la playa que quería Pero ya daba igual, tenía prisa Y me fui