Secretos en moleskine
Cuando era pequeño escuchaba a sus padres contar historias y anécdotas de otros tiempos. Y los escuchaba con la serenidad de la infancia, esa habilidad de escuchar sin oir. La gente adulta ya no escucha por los ojos. Los adultos, en una suerte de egoismo, o mejor, de ridícula introspección atienden sólo con los oídos y adoptan un gesto de indiferente ausencia. Es necesario volver a escuchar como lo hacen los niños: con los ojos abiertos como platos, los pabellones de las orejas orientados a las palabras, la mirada atenta y el oído afinado. Así escuchan los niños y así escuchaba él aquellas historias en sepia, ya sea por una extraña y pueril curiosidad o por la necesidad inconsciente de nutrirse de información nueva. Sus padres le hablaban de otros tiempos, de otra forma de vivir, otras costumbres, otro clima, otra moneda. Le hablaban del alcance de las pesetas y de un duro y de todo lo que se podía comprar con tan poco dinero . Años más tarde ya no era capaz de escuchar con los ojos. A...