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Como se entiende un viaje

  ...joder, pues porque atardecía. Y yo estaba sentado en la Cruz, atento a todo. Y me daba cuenta. Y el momento tomó forma. Y yo atento a todo. A los coches que llegaban a la misa de las ocho y se colocaban en los aparcamientos y parecían hormigas. A las farolas que, como despertando, de repente iluminaban solo lo justo a su alrededor, aquella cornisa, la puerta de la escuela, la copa del árbol al lado de la canasta. Y yo atento al declive de la luz, al desparrame discretísimo del sol hacia abajo, allá a lo lejos. A los sonidos, a esa curva que es la tarde y que ignoro siempre y siempre está ahí, día tras día, para quien sepa pararse y quiera presenciar el minutero que es la tarde, la luz que merma, despacio, silenciosa. Y hay que reconocer que el día fue benévolo. Un anticipo de primavera. Una muestra, pura cortesía de un invierno con los días contados ( febrero y sus promesas ). Y allí, sentado en la Cruz, ajeno a las prisas y al drama del día después, allí vivía yo los minutos,...

Algunas veces

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Wishlist - Pearl Jam A veces salgo a correr por las tardes. Otras veces cojo la bicicleta para llegar al centro de la ciudad. Pienso poco. Vienen a ser ráfagas breves de pensamientos ligeros, sin demasiado compromiso ni complejidad. Pensamientos rasos y rápidos como aquellas golondrinas que volaban en desorden entre los campanarios mientras Coimbra atardecía en calma. Pienso poco, hablo poco. No hay mucho más. Algunas veces me expongo al ridículo. Adrede. Solo algunas veces. Leo poesía en el parking antes de entrar a la oficina (Brecht, Cavafis) y, algunas veces, antes de apagar la luz por la noche (Vilas, Gamoneda) Apenas como pan ni bebo cerveza cuando ceno solo en casa viendo una serie en HBO con los pies encima de la mesa y la ventana del salón abierta. Lloro emocionado en cada película de Ken Loach. Me río con algunos libros y solo me divierto de verdad al volver a ver mi infancia, como un fantasma que reaparece, en los ojos ma...

Anochece

Los nubarrones parecen costillas. La noche cae como un telón de obsidiana de terciopelo y se arruga suavemente en los campos y en las antenas que se dibujan con valentía en el horizonte metálico. Aparecen las primeras estrellas seleccionadas por una especie de capricho eólico. Sus guiños parecen agónicos códigos que piden auxilio allá muy lejos. Ya sólo se oye el vals de los árboles y la insistencia rítmica de los grillos. Cae el telón de la noche, puntual e inevitable. Huele así. Es la hora exacta de sentir.

Sienta aquí

Sienta aquí . Y sólo sienta. Es decir, déjese Creo que no necesita nada más ...