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Ira, dolor, esperanza

"La violencia es como la poesía, no se corrige. No puedes cambiar el viaje de una navaja" Roberto Bolaño "Pero una herida es también un lugar donde vivir" Joan Margarit   "No en el lugar del pacto, no en el de la renuncia, jamás en el dominio de la conformidad, donde la vida se doblega, nunca" Ángel González   Cierto día, en la cafetería de un gris hospital , me hablaron con los ojos -unos ojos color verdad-: "tienes que crear recuerdos nuevos..." me dijeron aquellos ojos. Y lo que siguió fue un silencio como de pluma que desciende...    Entonces miré hacia la cristalera, al cielo frío y azul de enero, y pensé, apenas un instante, en todas las realidades que protegía. La belleza de ese enunciado tuvo formas de bálsamo para mi infatigable herida. Como un trazo sencillo en Sorolla o la diminuta flor que habita la grieta de la acera.   Algunas palabras hieren.  Algunas palabras inflaman. Y algunas palabras performan. Bien dichas, devienen recue...

Hermano

George Winston___Too much between us La madera de los muebles es caprichosa esta noche. Mientras oigo sus quejumbrosos chasquidos tu respiración apacible y cansada me inspira una marea espesa que bate el mar del sueño con actitud paciente y lenta. Pienso en las literas, en las peleas, en nuestra infancia compartiendo tantas cosas que hace tiempo sustituimos por otras tan inútiles e inservibles cuando de lo que se trata es de sobrevivir como hermanos. Te oigo respirar y pienso que tu bondad sólo es comparable a una tristeza que ya no sé si atribuirte, que yo, hoy huésped y testigo de tus ronquidos, vivo de esa materia hecha de tristeza y sueño deseando que la vida no nos separe nunca y que el paso del tiempo, marcado hoy por estos muebles, sea el mismo para ambos, al menos tanto como sea posible.

Anochece

Los nubarrones parecen costillas. La noche cae como un telón de obsidiana de terciopelo y se arruga suavemente en los campos y en las antenas que se dibujan con valentía en el horizonte metálico. Aparecen las primeras estrellas seleccionadas por una especie de capricho eólico. Sus guiños parecen agónicos códigos que piden auxilio allá muy lejos. Ya sólo se oye el vals de los árboles y la insistencia rítmica de los grillos. Cae el telón de la noche, puntual e inevitable. Huele así. Es la hora exacta de sentir.

Pensar con los poros

Lo tenía. Lo tuve. Sí, todas las palabras hiladas una tras otra. Sonaba armónico sin salir a ningún sitio. De la visión a la mente y de la mente a la dialéctica y de ahí otra vez a la mente y el ciclo, nunca mejor dicho, se recorría pasajes y pasajes, sin parar y sin tregua. Como un remolino, como los monólogos sonámbulos, tan llenos de yo sin mí, tan brillantes, tan ajenos, tan Horacio. A veces es mejor no dejar escapar nada, no ceder, no donar nada ni al aire ni a la hoja en blanco. Ni a nadie. Al final me repuse de las espirales y cambié los pensamientos por las sensaciones y comencé a sudar, a bajar y subir escaleras, a pretender, constantemente, sin parar, a sentir el mar y el cielo como un cuadro y no como un poema y de cuando en cuando me giraba levemente y le hacía un guiño cómplice al sol que ya se fundía burbujeante en el mar. Con la inercia, el feedback de tres bajadas y cuatro subidas encarrilé el asfalto con potencia y de repente aparecí en otra postal totalmente empapado ...

Secretos en moleskine

Cuando era pequeño escuchaba a sus padres contar historias y anécdotas de otros tiempos. Y los escuchaba con la serenidad de la infancia, esa habilidad de escuchar sin oir. La gente adulta ya no escucha por los ojos. Los adultos, en una suerte de egoismo, o mejor, de ridícula introspección atienden sólo con los oídos y adoptan un gesto de indiferente ausencia. Es necesario volver a escuchar como lo hacen los niños: con los ojos abiertos como platos, los pabellones de las orejas orientados a las palabras, la mirada atenta y el oído afinado. Así escuchan los niños y así escuchaba él aquellas historias en sepia, ya sea por una extraña y pueril curiosidad o por la necesidad inconsciente de nutrirse de información nueva. Sus padres le hablaban de otros tiempos, de otra forma de vivir, otras costumbres, otro clima, otra moneda. Le hablaban del alcance de las pesetas y de un duro y de todo lo que se podía comprar con tan poco dinero . Años más tarde ya no era capaz de escuchar con los ojos. A...