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En cada sonrisa

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Vasijas I - Inlogic Por tu pensamiento se expande ese tono de otros tiempos, esa forma de mirar hacia adentro, hondo, y hacia arriba, lejos Despiértate. Hay un mensaje en el diario cielo, un sentido  en cada sonrisa, un aliento de celebración en cada pulmón manchado de sueño y vida.

Dos días

Hoy brindo por coger el aire que nos queda Inlogic.  Canción de ayer Salto sin miedo y después miro hacia atrás y me veo a mi mismo viviendo. Humana sencillez. Escuché decenas de canciones, con las emociones descontroladas sobre mi cabeza. Comí y bebí, descansé. Me reencontré con viejos amigos. Aspiré tiempo y viento,  elogié el mundo whitmanianamente. Vi formas en las nubes -y resultaron ser las primeras figuras que me vinieron a la cabeza: tres majestuosas aves rumbo a Irlanda- Reí, bromeé y fruncí el ceño.  Me emocioné otra vez, tuve miedos y tuve esperanzas. Te eché de menos... Odié, inútilmente quise cambiar lo que había pasado. Sonreí en duermevela, mientras mis pequeños amigos rascaban la madera y yo me abrazaba al calor de la cama.  Gané tiempo y después lo perdí y después lo pensé mejor y vi que el tiempo pasado no había sido en vano. Esperé. Esperé. Paseé entre los árboles. Caminé bajo las estrellas. Pensé en lo infinito. Seguí dando l

La mirada que no cesa

Junio de mil novecientos noventa y nueve. Nochevieja de dos mil cuatro. Idus de marzo. Dos mil seis. Verano de dos mil uno. Verano de dos mil diez. Venticuatro de agosto de mil novecientos noventa. Etiquetas que le ponemos a ese artificiado fenómeno que, torpes, simplificamos diciendo tiempo . Sin embargo, mi pulso ha pasado por esos innumerables, continuos y discretos momentos. Mi respiración no ha cesado. Mi mente siempre activa. He atravesado el tiempo. El momento de ahora es medianoche -principios de otoño del año dos mil diez y ocho- Salgo frente a casa. La misma casa, la que cambia pero permanece intacta. Camino unos metros, dispuesto a sellar mi existencia en silencio, como quien dicta un testimonio al viento o escribe el nombre amado sobre la arena. A lo lejos veo las luces parpadeantes de otros pueblos bajo un cielo opaco y silente, y siento que sigo aquí, pilotando a oscuras mi navío. El contorno de las formas apenas varía. Y el mar, ronc

Lección

Charcos y claros, torbón . Nubes con busto de reyes, soldados y emperatrices que plantan cara al horizonte. Al pie del muro, entre las piedras, germina un verano con lentitud, sin soberbia. Hace falta mirar atentamente para comprender y aún así solo se entiende lo que se ve como la percepción de un relámpago que aparece y desaparece de reojo. Los días ya declinantes. Las quietas noches. El olor del agua de los campos que asciende en silencio hacia el cielo remoto. Una oración antes de medianoche. Si acaso el brillo callado de alguna estrella.

Naturalmente tú

Tu tez, luz en el invierno. Tus pecas en las mejillas y en la frente, en verano. Tu pelo posado como el copo caído que sigue el curso de un río. La cicatriz accidental en la mejilla izquierda, sus variaciones, su suavidad. Tus iris, tus orejas, los pliegues de tu cuerpo cuando te retuerces en unas cosquillas o en el estático amanecer. Naturalmente tú. El segundo dedo de tu pie derecho -empezando por la izquierda- El centro de tu espalda, el lugar exacto donde dejo mis besos como banderas. El aire que sueñas cuando te duermes en el sofá. Naturalmente tú. Solo tú.

Cada verano

Cada verano es una sorpresa en las noches quietas. La calma aplana, desde el mar a las montañas, y un ciego puede imaginar al detalle la tranquila penumbra  escuchando tan solo el mapa sonoro de ladridos. El invierno, sin embargo, es dramático y tempestuoso. Llena de confusión las cabezas, y hace retumbar la tierra en las cuevas que bostezan bajo los acantilados. (Por si no lo sabeis: aquí solo tenemos dos estaciones) En invierno, el mar golpea, inclemente, a nuestra puerta. Los días apenas consiguen lograrse, anegados bajo el temperamento del clima y el gris plomizo del cielo. Pero en verano los gatos pasean en sagrado sigilo sobre las cercas -Siempre de noche. Estoy hablando de la noche- El mar, el mismo que ensombrece los inviernos, duerme como un animal rendido, harto de enbestir inútilmente contra la roca. Sobre los campos y los maizales las estrellas posan con delicadeza sus salutaciones. Siguen ladrando los perros allá a lo lejos, lo suficie

La espera

Cierto tono en el ambiente -casi como un presagio que se derrumba sobre la noche- me hizo cambiar de planes mientras te esperaba. De la cerveza y el libro bajo el límite gris del cielo pasé a una libreta de pauta clara y el deseo sobre la frente de dejar algo escrito. La noche empuja el gris cielo hacia abajo. Pienso en este momento y en el momento dentro de veinte minutos. Otra premonición. Otra diversión que me depara el tiempo. Su emoción eventual, entre la ilusión y la trascendencia. Y no termina ahí -solo hacia adelante- el relato de la tarde adormecida. Hacia atrás, la escena de farola y muro se dibuja sin trabajo en la memoria. Ya cae la noche en todas las direcciones. Ya se drena por entre los huecos de un letargo sorprendido, un tropismo, y el desafío oportuno que se presenta como una toma de aire tras la angustia de la imersión. Vacilo, derivo, vaivén... Ya está aquí la punta de lanza, el pronóstico de los veinte minutos. Ya apenas veo lo

Pensamiento de un perro frente al fuego

Qué conjuro de colores proyectado sobre olor a piedra y hiedra. Hacia qué prados, con qué vientos se va este minúsculo calor que empieza junto a la alfombra y que se lleva la tarde. Con qué fin estas volutas incipientes de humo y tedio... Cuándo podré ver, en definitiva, al gran animal reposado sobre su panza, allá a lo lejos. Cuándo poder ser como esas hojas anaranjadas que agitan mi mirada tras el cristal.

Costa de Akyarlar Bodrum, Turquía, 02/09/2015. 6 am.

Me acuerdo de los que son como él. Todas las noches. Después de apagar la luz. Especialmente en invierno. Es mi momento de debilidad. El resto del día ando perdido en una selva de clics y despueses. Entre el pasado y el futuro. Pero la noche es diferente, te encierra junto a tu mente en una jalea de infamias. Ayer M lo vió de refilón en la tele, mientras jugábamos al Scrabble en casa de mi hermana. Era una imagen de archivo, la que se quedará grabada durante mucho tiempo en la verguenza de este continente. M lo vio y se giró hacia nosotros, los mayores, como exigiendo explicaciones. "¿Y ese niño?". La pregunta sonó en su boca como un trueno. Sin dudar, me apresuré a dar una respuesta adulta, respetuosa con su edad pero veraz, apoyada en una leve caricia de su pelo. Entonces se dibujó la incredulidad en su rostro e hice propio el silencio de Europa, su irresistible verguenza. Fue como la breve reflexión cuando devolvemos la oscuridad a la noche antes de dormir. Dura s

Borrador

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Nunca más volveré a pisar Barcelona, ciudad enigma, fantasma que siempre he ignorado en el pensamiento y en mis sueños. Hoy voy a Valparaíso, a Buenos Aires, Toledo, Cuenca, Nueva Orleans, Venecia, Chicago, Sarajevo. Cosmopolita exquisito, sólo me valen los adoquines de las calles como las de esa ciudad andante y reflexiva -Estrasburgo- Me valen algunos parques, las azoteas, algunos puentes, las tiendas pequeñas sin letreros y sin hilo musical, las bicicletas demodé y las estaciones de tren, esas cavernas en penumbra de las urbes. Rural acérrimo, pero cansado de pisar la grava y los senderos, de mirar el pueblo -desde lejos, in situ, como se mira el mar con los prismáticos- así camino yo por mis días. El hastío descansa intermitentemente. Entre lunas sigo andando. Entre el hormigón y la floresta.

Bosque

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Reíamos camino del bosque, nuestros cuerpos flotando sobre la hojarasca... Reíamos. El humus reía bajo los pies. Un hueco en la tierra nos desequilibró y caímos. Rodamos y rodamos por la ladera -más tarde supimos que la pendiente irreverente inherente descendiente... Sólo más tarde comprendimos- Acabamos tendidos sobre el pedregal, quietos como quien espera poco más que el final y lo ve distante, anclado a las horas del tedio. De la mano del tiempo nos levantamos con la desazón marcada en las rodillas y algunas hojas marchitas pegadas al rostro. Poco a poco retomamos el camino, y el latido del bosque se acompasó con respeto a los pasos nuevos. Alguien encontró una fantasía sobre un estómago de hojas al pie de un castaño de blancas ramas. Sorbo a sorbo bailamos hasta desfallecer, de alegría deshidratados en el alba. Bailar, bailar, vivir. El claro de bosque. La compañía de una promesa cuando amanece.

Enero

Caminamos juntos. Recorremos el pueblo siempre por los mismos caminos, la ruta costera, las pistas, las carreteras que circunvalan los montes y las fincas. Ella lleva las mejillas enrojecidas por el fresco de enero y un cansancio leve que le sienta bien. Ha caminado mucho en todos estos años. Según los cálculos que hemos hecho ella y su amiga han caminado más de diecisietemil kilómetros en estos treinta años. Por eso sabe andar por el pueblo. Al pasar saluda a los vecinos, que se mueven tristes o distraídos en los alrededores de sus casas. Ella los saluda por el nombre y en cada saludo hay una historia que agoniza. Hola, Patricio Hasta luego, Socorro Adiós, Germán.

Palimpsesto

En un momento dado los años escaparon de la jaula y se desperdigaron rápidamente por el jardín, como un grupo que huye y se divide. Los busqué un tiempo. Me adentraba en el pasado con una linterna de recuerdos, la ilusión sencilla del recolector guiaba mi camino. Cuando quise darme cuenta en el saco sólo tenía serendipia y secretos, recuerdos sobre recuerdos, erosión y cólera. Y entonces paré las máquinas. Fue el momento preciso en que el cielo embellecía los días - inútilmente soleados -, y la playa volvía a reclamar mi mirada, como en un cortejo. En el ocaso de una adolescencia estirada hasta el pudor, en lo que debería haber sido un clímax, ahí paré las máquinas. A día de hoy aun no sé si fue entonces cuando empezaron los problemas 

Pronto caerá la noche

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Con los pies llenos de barro llego a un pedestal, el monolito del presente donde el tiempo sangra y se desvanece a la vez. Desde aquí arriba se ven los baches del camino,  la cuneta que cuida de sus muertos, los remolinos de viento que quise hacer míos (todos los intentos y caídas, las máscaras del Fenix, Holden caminando por los campos, sombras desde la caverna ) Veo la presencia animal del mar, y la montaña a lo lejos como un padre nuestro enterrado en la recámara del pasado. Giro ciento ochenta grados y cargo la brisa a la espalda. El suelo se enfría. Pronto caerá la noche.