Poesía de la tortuga
Llueve y el sol de las diez ya baña algunas casas. Las cortinas están entreabiertas. Lo de antes está tan prohibido y es tan tabú como cualquier otra cosa y uno puede llegar a pensar que se está volviendo mojigato o que siempre tuvo una condición muy afín a lo conservador. Lo de ahora debería de ser un poco de jazz irrumpiendo anacrónicamente en la mañana. Pero no lo es por no estropear la asepsia. Supongo que los días se hacen siguiendo esa estructura sin que nos demos cuenta: nos levantamos en vilo, como seres extrañados por un letargo convencional, de pronto estamos ante un nuevo día y ahí comienzan los estímulos, un café, una noticia, el frío en los pies, el panorama tras una cortina, un jazz afrutado que pudo ser y al final no está acompañando al traqueteo del teclado. Una inflexión más (cualquier metáfora falsa) que nos parece deja vu descafeinado. Hace unos días uno piensa en la poesía de la tortuga, en las esferas de nada que va soltando, libres, en el cielo. Uno quiere creer ...