Entradas

Mostrando las entradas etiquetadas como metaliteratura

Poesía de la tortuga

Llueve y el sol de las diez ya baña algunas casas. Las cortinas están entreabiertas. Lo de antes está tan prohibido y es tan tabú como cualquier otra cosa y uno puede llegar a pensar que se está volviendo mojigato o que siempre tuvo una condición muy afín a lo conservador. Lo de ahora debería de ser un poco de jazz irrumpiendo anacrónicamente en la mañana. Pero no lo es por no estropear la asepsia. Supongo que los días se hacen siguiendo esa estructura sin que nos demos cuenta: nos levantamos en vilo, como seres extrañados por un letargo convencional, de pronto estamos ante un nuevo día y ahí comienzan los estímulos, un café, una noticia, el frío en los pies, el panorama tras una cortina, un jazz afrutado que pudo ser y al final no está acompañando al traqueteo del teclado. Una inflexión más (cualquier metáfora falsa) que nos parece deja vu descafeinado. Hace unos días uno piensa en la poesía de la tortuga, en las esferas de nada que va soltando, libres, en el cielo. Uno quiere creer ...

Cielo raso

Compulsion___Charlie Parker Hace calor y afuera está lloviendo. El tintineo en la ventana se acompasa al ritmo del jazz. Según decreto ley se reservan ocho horas al día para literatura. Nosotros preferimos combinar ese asueto con el jazz y el vodka y creamos una atmósfera que quiere ser París y de hecho lo es en casi todas sus posibilidades. Nos sentamos juntos sobre la alfombra del suelo, nos recostamos los unos en los otros mirando el cielo raso , a veces bebemos café... Los zapatos llenos de lluvia, decía, dejaba caer varias veces la frase, la barnizaba de contextos, la instanciaba en momentos y vidas puntuales y lo hacía evidenciando lo ornamental de la frase que en si ya era rococó desnudo, abigarrado arco de lirios recortándose en el vacío. Revisita París abriendo un libro. Nada más. Revisita el París de la luz blanquecina. Revisita Rayuela.

Ríos de ficción, mentiras inofensivas

Ó silba distraído. Esta tarde le da por sortear hileras de abetos que hace tiempo alguien distribuyó torpes y paralelas en los márgenes del río. Por dentro asimila todas las razones de su huida. Al mismo tiempo intenta no caer en el error de negarlas desde un primer escalón moral. El amor, la sociedad, la mentira, la inquietante presencia de eso que hay quien llama naturaleza. En la esquina del parque un niño se desafía creando un arco cada vez más largo con las cadenas oxidadas del columpio. Más allá, dos amantes estudian con romanticismo de telenovela la vereda del río y se ensimisman en el contraste aplastante de las aguas plateadas y la implacable y árida textura del asfalto. Mis ríos no son así , se dice. Tampoco los de Oliveira . Un fastidio no ser niño. Ni amante. Esto no es París . Y tampoco es literatura pero él aún no adivina esa certidumbre porque la tarde ya casi está terminada y una sucesión de imágenes interrumpen su digresión para acercarlo efectivamente al ejercicio nar...