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La mirada que no cesa

Junio de mil novecientos noventa y nueve. Nochevieja de dos mil cuatro. Idus de marzo. Dos mil seis. Verano de dos mil uno. Verano de dos mil diez. Venticuatro de agosto de mil novecientos noventa. Etiquetas que le ponemos a ese artificiado fenómeno que, torpes, simplificamos diciendo tiempo . Sin embargo, mi pulso ha pasado por esos innumerables, continuos y discretos momentos. Mi respiración no ha cesado. Mi mente siempre activa. He atravesado el tiempo. El momento de ahora es medianoche -principios de otoño del año dos mil diez y ocho- Salgo frente a casa. La misma casa, la que cambia pero permanece intacta. Camino unos metros, dispuesto a sellar mi existencia en silencio, como quien dicta un testimonio al viento o escribe el nombre amado sobre la arena. A lo lejos veo las luces parpadeantes de otros pueblos bajo un cielo opaco y silente, y siento que sigo aquí, pilotando a oscuras mi navío. El contorno de las formas apenas varía. Y el mar, ronc...

Lección

Charcos y claros, torbón . Nubes con busto de reyes, soldados y emperatrices que plantan cara al horizonte. Al pie del muro, entre las piedras, germina un verano con lentitud, sin soberbia. Hace falta mirar atentamente para comprender y aún así solo se entiende lo que se ve como la percepción de un relámpago que aparece y desaparece de reojo. Los días ya declinantes. Las quietas noches. El olor del agua de los campos que asciende en silencio hacia el cielo remoto. Una oración antes de medianoche. Si acaso el brillo callado de alguna estrella.

Cada verano

Cada verano es una sorpresa en las noches quietas. La calma aplana, desde el mar a las montañas, y un ciego puede imaginar al detalle la tranquila penumbra  escuchando tan solo el mapa sonoro de ladridos. El invierno, sin embargo, es dramático y tempestuoso. Llena de confusión las cabezas, y hace retumbar la tierra en las cuevas que bostezan bajo los acantilados. (Por si no lo sabeis: aquí solo tenemos dos estaciones) En invierno, el mar golpea, inclemente, a nuestra puerta. Los días apenas consiguen lograrse, anegados bajo el temperamento del clima y el gris plomizo del cielo. Pero en verano los gatos pasean en sagrado sigilo sobre las cercas -Siempre de noche. Estoy hablando de la noche- El mar, el mismo que ensombrece los inviernos, duerme como un animal rendido, harto de enbestir inútilmente contra la roca. Sobre los campos y los maizales las estrellas posan con delicadeza sus salutaciones. Siguen ladrando los perros allá a lo lejos, lo suf...

Borrador

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Nunca más volveré a pisar Barcelona, ciudad enigma, fantasma que siempre he ignorado en el pensamiento y en mis sueños. Hoy voy a Valparaíso, a Buenos Aires, Toledo, Cuenca, Nueva Orleans, Venecia, Chicago, Sarajevo. Cosmopolita exquisito, sólo me valen los adoquines de las calles como las de esa ciudad andante y reflexiva -Estrasburgo- Me valen algunos parques, las azoteas, algunos puentes, las tiendas pequeñas sin letreros y sin hilo musical, las bicicletas demodé y las estaciones de tren, esas cavernas en penumbra de las urbes. Rural acérrimo, pero cansado de pisar la grava y los senderos, de mirar el pueblo -desde lejos, in situ, como se mira el mar con los prismáticos- así camino yo por mis días. El hastío descansa intermitentemente. Entre lunas sigo andando. Entre el hormigón y la floresta.

Enero

Caminamos juntos. Recorremos el pueblo siempre por los mismos caminos, la ruta costera, las pistas, las carreteras que circunvalan los montes y las fincas. Ella lleva las mejillas enrojecidas por el fresco de enero y un cansancio leve que le sienta bien. Ha caminado mucho en todos estos años. Según los cálculos que hemos hecho ella y su amiga han caminado más de diecisietemil kilómetros en estos treinta años. Por eso sabe andar por el pueblo. Al pasar saluda a los vecinos, que se mueven tristes o distraídos en los alrededores de sus casas. Ella los saluda por el nombre y en cada saludo hay una historia que agoniza. Hola, Patricio Hasta luego, Socorro Adiós, Germán.

El tiempo

En la naturaleza, a través de los ciclos estacionales y de los de producción de la tierra, todo está naciendo y muriendo constantemente y se nace para morir, pero también se muere para nacer. El invierno siempre da paso a la primavera: el eterno retorno que decía Eliade y del que ya hablaban los antiguos poetas hindúes, y más gente. Cada año uno vuelve a conectar con el principio de la vida, y eso tiene la enorme ventaja de que amortigua considerablemente la angustia que genera el tiempo lineal; la angustia por el paso del tiempo, por el tiempo perdido, por el sueño de detener el tiempo, que es la angustia del hombre de hoy porque el hombre de hoy vive de espaldas a la naturaleza. Los ritmos de la naturaleza se aceleran o detienen a voluntad y ya no marcan la vida humana y social, por lo que el tiempo cíclico ha desaparecido y el predominio del fungible y de la angustia vital que comporta son absolutos. En las sociedades tradicionales, además, la familia era troncal: estaba formada por...

Más

El peso de tu ausencia violenta estos segundos ganados a pulso frente a un mar con ínfulas de septiembre. He cosido las aguas con la música muy cerca de mis oídos. Te toca a ti ahora balancearte por la memoria hasta mí y demostrar que nos une más que un puente de palabras y recuerdos  Mucho más: un nexo de amor sutil   y verdadero

De cara a la esperanza

Salvo para un párrafo a negar no he pensado ni un instante en el palacio negro saturado de intrigas y de máscaras. No he visto pasar por mi mente reloj alguno ni huellas recientes, ni mañanas grises de cemento         frío. Estoy de cara a la esperanza, junto al fuego que destruye y crea, estoy en la fuente que me trae -granizo viento agua- desde nubes bajas como tobillos de volcán, oscuras como el estómago vacío de una ballena. En los mares del sur, en Isla Negra, en la vega del Porcía, cercana pero extraña, distinta, antigua, atávica. Estoy entre el fuego y la literatura, en el pasado elegido, en un momento del río, en Ainielle, en Comala, en Roma.

Foxos

Aunque n ací en Foxos e n el exilio olvidé sus vericuetos. Hoy, el oleaje quiere desmontar las ensenadas. El mar intenta penetrar furiosamente en la roca pero solo consigue volver atrás,  humillado en batido de burbujas y salitre. La mañana es benévola: perdona el frío , los miedos... Los acantilados aguantan impasibles las tarascadas del ti empo en sus costillas .  Y a mí, que escribo en cladestinidad, también me moldea su insistencia, también me transforma. Y es que he vuelto a casa, a describir   como un topógrafo mis s ent imientos, a recorrer de n uevo los caminos , a comparar las lluvias del invierno.  

Mayo

El toro tras el manzano resultó ser sólo un cuerno dorado, muy fino, tirando con saña de la curva del mar fugitiva. Yo ya he muerto si los grillos callan, si las estrellas se bloquean de repente en un uno o un cero, si se extingue en nada el aroma vivo, tan superfluo, contemporizador de mayos y silencio. Los árboles en fotograma son también pasado y futuro, memoria, nunca ya, jamás delegaciones espurias de la muerte y del caos. Las casas guiñan amarilla luz en las ventanas y pasa el tren a lo lejos, entre bosques de castaños y recuerdo. Y después, al final, se esconde tras los tejados del oeste un Venus regado de silencio , y el viento pasa como un minutero que huye de ayer y los párpados se quedan adormecidos, como pequeños gorriones en mitad de la oscuridad y el olvido.

Y entre tanto, la lucha

 A veces es preciso huir a un libro, una imagen, otro lugar... Desde el baño, por la ventana, veo un día nuboso y gris, y que hay viento dirigiendo el aire a su antojo. Me fijo atentamente en las nubes durante un momento, examino el desplazamiento, la velocidad, el color, la forma, cómo se combinan desde arriba con los árboles, con los cables y con los campos, cómo el aire activa el improvisado juego de una cometa esférica hecha para no poder abarcarla, ni dominarla. Al fin, pienso, un signo de otros tiempos, en pleno examen a través de la ventana. Si hemos de volver a lo primordial me quedo con esto y con otros poemas que fijan, sin que yo logre comprender por qué, la alegría en sus versos. Lo demás vendrá, seguro, como un cielo que se ha visto despejado pacientemente. Y entre tanto, la lucha. La lucha.

Agosto

Agosto es un hervidero en las provincias Los días de mercado las carnicerías están colapsadas Los coches remarcan las serpientes de las carreteras en hilera y en los arcenes hay ejércitos de peregrinos torpes cosiendo eses en bicicleta sobre el trémulo y los cambios de rasante. A mediodía el viento sacude los maizales y los cables de la luz se burlan de la acera sobre los columpios. Los niños juegan a mentir como adultos dentro de las casas, castigados de aburrimiento, como si se hubieran cansado de reivindicar un tiempo que no les tocó vivir. Abajo, al final, el mar se presenta como un refresco o un beso de hielo, una promesa celeste que se mira en otras promesas, blancas y grises, de espuma. Aquí, al principio, sonrío al imaginar lo invariable de las rocas en la playa, las venas cavernosas del suelo desgastándose imperceptiblemente en el agua salada.