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La mirada de Jovellanos

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  También me edifica el viento, la singularidad, el cielo, el ocaso paciente que demora la tarde. También fui yo la persona que corre allá en la orilla, la elipsis del ave, el mar encabalgado, el tiempo que devora la tarde. Fui cualquier playa en mayo. Cualquier mar, el triunfo de la épica, mirar al animal sinuoso que aplasta y barre la tierra. Que la dignifica. Fui yo mismo aquí. Ahora puedo recordar... Fui la mirada de Jovellanos desde su celda. Su mar, el mío y todas las cadenas. El aire ancho y violento. La mirada de un hombre que sostiene la tarde.

Mediodía

La luz pontifica cada segundo, cada silbido, cada instante en que las hojas se tambalean en los árboles. Aprendemos a señalar lo que nos rodea con códigos de silencio, brisa, ambiente, voces, la carretera a lo lejos, el dibujo de las montañas, el mar... Es mediodía, ese momento en que no hay ecos ni sombras ni apenas ya mañana a la que aferrarse. Seguimos adelante pendientes de los segundos descendientes de un sol alegre. Aprendemos la lección de la prematura muerte de los insectos.

Juntos

De repente quiero una Lisboa también de sol, o un campo interminable como un desierto verde. Quiero una ribera, un Tajo, un vaso de agua dentro de una tormenta. Quiero todo eso y más, recuerdos disfrazados de prospección o fantasía o imaginación: tabula rasa Me calmo, me asiento de nuevo, pacientemente en el presente, en esta roca fría, en este Pessoa, en el domingo ascético o aspirante a ello, que a fin de cuentas, me quiere tanto como yo a él, porque estamos llamados a sobrevivir juntos

Prosa mañanera y tontorrona

Las rendijas de luz se cuelan en la penumbra, avanzan a velocidad de amanecer hasta que siento el calor del astro naciendo en los párpados. Y me despierto, y me quedo extrañamente suspendido en el recuerdo y hasta el recuerdo mismo me parece ajeno. El tiempo, el viento, las playas donde flotaba tu pelo. Supongo que éramos extraños entretenidos en el dolor y en el mar, que no hicimos caso de las señales que dibujamos con inocencia en la repetición de los días y las noches. Ahora sólo tenemos la erosión del tiempo, las partículas que se difuminan y que apenas llegamos a vislumbrar desde el compartimento estanco de nuestras vidas.