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Mostrando entradas de junio, 2018

Naturalmente tú

Tu tez, luz en el invierno. Tus pecas en las mejillas y en la frente, en verano. Tu pelo posado como el copo caído que sigue el curso de un río. La cicatriz accidental en la mejilla izquierda, sus variaciones, su suavidad. Tus iris, tus orejas, los pliegues de tu cuerpo cuando te retuerces en unas cosquillas o en el estático amanecer. Naturalmente tú. El segundo dedo de tu pie derecho -empezando por la izquierda- El centro de tu espalda, el lugar exacto donde dejo mis besos como banderas. El aire que sueñas cuando te duermes en el sofá. Naturalmente tú. Solo tú.

Cada verano

Cada verano es una sorpresa en las noches quietas. La calma aplana, desde el mar a las montañas, y un ciego puede imaginar al detalle la tranquila penumbra  escuchando tan solo el mapa sonoro de ladridos. El invierno, sin embargo, es dramático y tempestuoso. Llena de confusión las cabezas, y hace retumbar la tierra en las cuevas que bostezan bajo los acantilados. (Por si no lo sabeis: aquí solo tenemos dos estaciones) En invierno, el mar golpea, inclemente, a nuestra puerta. Los días apenas consiguen lograrse, anegados bajo el temperamento del clima y el gris plomizo del cielo. Pero en verano los gatos pasean en sagrado sigilo sobre las cercas -Siempre de noche. Estoy hablando de la noche- El mar, el mismo que ensombrece los inviernos, duerme como un animal rendido, harto de enbestir inútilmente contra la roca. Sobre los campos y los maizales las estrellas posan con delicadeza sus salutaciones. Siguen ladrando los perros allá a lo lejos, lo suficie