Elefantes
Mamaaá!! Mamaaaá! grita I con la voz aún sumergida en las aguas de algún sueño extraviado en las reglas del subconsciente. Acaba de dar el primer paso para saltar de su pequeña cama reinada por peluches y mantas de colores. Llama a su madre sollozando con apremio, con la naturalidad que barniza todos los actos de los niños, necesita la presencia de su madre para salir definitivamente de la cama, su cama mágica, y empezar a diseñar un día de cascayos, bicicletas, puentes y escondites. Pero su madre no está. Sólo estoy yo encerrado en la quietud matutina de la casa. Sólo yo hastiado, sin saber que estoy a punto de asistir a un despertar nuevo, a punto de empaparme aunque sólo sea por unos instantes de un modo de vida que alguna vez practiqué pero al que no volveré con total seguridad. Me acerco a la cama, me siento a su lado y le digo que mamá no está, que está trabajando. Se produce un silencio de asimilación, oigo la respiración profunda y pausada, veo en la oscuridad su precioso cabello de niña revuelto manso sobre la almohada. I sigue con los ojos cerrados, encogida tiernamente en las sábanas, y con la voz llena de sueño me transmite la preciosa intersección de su vida y su noche:
Oh... Oh... tenemos que ir al río... a ver a los elefantes ¡Se bañan con la trompa!
Oh... Oh... tenemos que ir al río... a ver a los elefantes ¡Se bañan con la trompa!
Comentarios
Bellísimo, Oh!,despues de un dia de mierda, leerte reconforta.
besines y hasta mañana.
Tefi
un abrazo!
besos