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Mostrando entradas de agosto, 2011

Hogar

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Han pasado los años y la casa se ha vestido de pena y alegría, alternativamente, cuando ha tocado. El olor de los muebles apenas ha cambiado pero las almas, los niños, las voces y las visitas se han sucedido modificando el hogar bajo la sospecha de un destino prescrito desde el principio. En las superficies reflectantes, ventanas, espejos, cristales, vitrinas, azulejos y televisores, hay ahora otras figuras que fijan extrañeza en sus propias sombras. En un ciclo han vuelto, sin embargo, los gritos, de todo tipo y tono. Los silencios también se atascan en el pasillo y en los baños sobre todo en las tardes de verano, cada vez más cortas. La higuera magnifica la casa. La parra, próspera y colmada de uvas en la visera del tejado sugiere un progreso cuestionable. Se sufre concibiendo el tiempo como una rémora atada al interior de un mismo. De todos modos tengo ventiocho años, he vuelto a escribir y eso m...

Agosto

Agosto es un hervidero en las provincias Los días de mercado las carnicerías están colapsadas Los coches remarcan las serpientes de las carreteras en hilera y en los arcenes hay ejércitos de peregrinos torpes cosiendo eses en bicicleta sobre el trémulo y los cambios de rasante. A mediodía el viento sacude los maizales y los cables de la luz se burlan de la acera sobre los columpios. Los niños juegan a mentir como adultos dentro de las casas, castigados de aburrimiento, como si se hubieran cansado de reivindicar un tiempo que no les tocó vivir. Abajo, al final, el mar se presenta como un refresco o un beso de hielo, una promesa celeste que se mira en otras promesas, blancas y grises, de espuma. Aquí, al principio, sonrío al imaginar lo invariable de las rocas en la playa, las venas cavernosas del suelo desgastándose imperceptiblemente en el agua salada.

Tres céntimos de euro

...esta mañanita te has vestido de felicidad ... Como el viento___Depedro A este poema le falta un prólogo de inercia, varios estímulos, unas cuantas mañanas más de lluvia y olor a muebles viejos. Detrás faltan también risas y lágrimas, libros, cuevas de espejos de piedra en las calas de agua salada allá a un kilómetro, en el mar. Todo el abanico de factores ausentes vale por tres besos certificados -tres sirenas de plata sevillana- en el exacto momento del descenso, una canícula muy bella y la desesperación por (no) sentirse embriagado de una puta vez. Esta moneda está oxidada por el salitre de los días y la cobardía. Pero pronto la podremos brillar como se brillan las pequeñas manzanas rojas al frotarlas contra la camiseta en el jardín, como la luz del sol alto golpeando su risa contra el verso de las hojas, como sentirse joven en una casa semidestruída pero desesperada por vivir y despertarse sumida en sus ruinas cada mañana