La fiesta Levantaron la compuerta del baúl y salimos arando hacia el fondo del cielo. Carreras, equilibrios y verticales-puente en ámbitos que se levantaban y caían a nuestro paso, según nuestra voluntad: galerías con arcos y columnas, infinitos gimnasios con pisos de madera, tinglados ásperos con reverberaciones, y así... Figuras finas y flexibles, fuimos, en esa tela inmensa donde el mayor esfuerzo del pintor había estado en la luz: llegar al tipo exacto de luz con el óleo y de paso atrapar la blandura del aire; el punto exacto, en óleo, de esa consistencia. A los grandes los volvimos a ver dos o tres veces a lo largo del día. Por el momento no eran más que una idea o varios pares de sombras demarcantes: esto es centro, esto es suburbio y lo del medio es no-terreno, sin saber que tragábamos aire casi ilegalmente de y en cada una de esas franjas siempre a punto de pasar a ser otros. Todo cambió cuando corrieron el toldo con la noche. Sin la velocidad de los espacios abiertos nos sub...