Madrid-Granada
Olivos blancos, fantasmales campos. Agua y nieve se escapan en salpicaduras, diría lascivas, por debajo de las ruedas y yo tengo miedo de ser un snowboarder adormilado sobre el autobús. Me acuerdo de la guerra y el progreso mientras por la ventanilla se produce una sucesión violenta, una coreografía de once coches y diez colisiones (videojuego arcade, pantalla final, una vida) Y qué bonita la nieve y qué bonito el cambio climático (rápido Pekin! disparemos a las nubes!) Todo el arcén es diez o veinte centímetros de blanco. Otros dos coches parecen jugar al pin-pón separados por la barra quitamiendos y los olivos que ya no veo me hacen recordar a los Jackson Five de Serradilla mientras Cohen me susurra al oído serenatas de invierno y los coches anónimos parpadean en esta carretera del susto, quien sabe si de la muerte... Muchas familias (pepinos adelantando con la última de Pixar en el DVD) pasarán aquí la noche, muchos camioneros permanecen resignados en los rediles de nieve y en la...