Revelación diaria


Agachado,
con las manos enjabonadas
me froto los dedos de los pies,
los talones, el empeine cubierto de vello, las falanges.
Velozmente,
como una mecánica,
el ritual celebra una ducha más,
una vida a menudo sustentada
en su propia introspección.

Resulta familiar
cómo los dedos distintos
se entrelazan
siempre del mismo modo
y siempre durante el mismo
tiempo determinado,
gestando así
un hábito, una liturgia.

Pronto recuerdo
que algún día no estaré
y que nunca más
podré comprobar
de esta peculiar forma
mi existencia.

He vivido lo suficiente
para tomar conciencia
de mi propia historia
con toda su colección
de rutinas, sorpresas y capitulaciones.

Pero jamás viviré lo bastante
como para olvidar
los grandes acontecimientos
y los momentos cotidianos,
los instantes recreados
en la memoria, las ruinas,
la gloria, la concepción sagrada
de lo que soy.

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