El tiempo

En la naturaleza, a través de los ciclos estacionales y de los de producción de la tierra, todo está naciendo y muriendo constantemente y se nace para morir, pero también se muere para nacer. El invierno siempre da paso a la primavera: el eterno retorno que decía Eliade y del que ya hablaban los antiguos poetas hindúes, y más gente. Cada año uno vuelve a conectar con el principio de la vida, y eso tiene la enorme ventaja de que amortigua considerablemente la angustia que genera el tiempo lineal; la angustia por el paso del tiempo, por el tiempo perdido, por el sueño de detener el tiempo, que es la angustia del hombre de hoy porque el hombre de hoy vive de espaldas a la naturaleza. Los ritmos de la naturaleza se aceleran o detienen a voluntad y ya no marcan la vida humana y social, por lo que el tiempo cíclico ha desaparecido y el predominio del fungible y de la angustia vital que comporta son absolutos. En las sociedades tradicionales, además, la familia era troncal: estaba formada por tres generaciones que convivían juntas, y eso reforzaba aún más ese amortiguamiento de la angustia. Las tres generaciones estaban interconectadas y la generación de más edad, los abuelos, moría naciendo a través de los nietos"

Adolfo García Domínguez (entrevista en La Voz de Asturias)

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