Cieno

Pero te veo sonreír y el sol dora tu cabello.
Dios mío, por qué para ser feliz es preciso no saberlo,
por qué siento el amor y lo quiero mirar y no consigo verlo,
por qué lo amado hoy con el tiempo se hará doloroso y extraño.

En lugar del amor. Nacho Vegas

 

Me detengo por fin

en el cálido estuario

de trinos y carreteras lejanas.

Siento el río desde fuera del río:

soy testigo del tiempo.

 

Nunca llueve ya.

Tampoco hay lágrimas

en los extremos de la mirada.

Las manos secas,

el corazón sin llave... 

 

Sé que están en movimiento

las partículas invisibles

que han de insuflar vida.

Se agitan como la nieve

de esas bolas de cristal

que encierran una ciudad, o un paisaje.

Sé que, cuando caigan las partículas,

cuando llegue, por fin, la calma,

un sentimiento indeterminado

aparecerá más tarde -otra promesa-

como un sedimento paciente

que se deposita por fin

en el fondo diáfano

del río.

 

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