La memoria apuntalada
Podrían ser de hace treinta,
cuarenta años, estos sonidos
que apuntalan la memoria.
Podría ser yo el árbol
del bulevar desaparecido,
la hiedra en el muro, el eco
de los juegos crepusculares
burlándose del tiempo.
Podría ver el mundo
desde un cristal diáfano,
desaparecer cada día
en el agujero milagroso de la noche.
Podría ser de nuevo
vergel y lluvia,
oblicua luz, infinito cielo...
Podría ser.
Me bastaría
esa blanda existencia
para sobrevivir
a la intemperie del olvido.
Pero el presente es súbito
como la califragía
de un relámpago.
En los costados cargo
con el torpe,
el innecesario peso
de la nostalgia.
cuarenta años, estos sonidos
que apuntalan la memoria.
Podría ser yo el árbol
del bulevar desaparecido,
la hiedra en el muro, el eco
de los juegos crepusculares
burlándose del tiempo.
Podría ver el mundo
desde un cristal diáfano,
desaparecer cada día
en el agujero milagroso de la noche.
Podría ser de nuevo
vergel y lluvia,
oblicua luz, infinito cielo...
Podría ser.
Me bastaría
esa blanda existencia
para sobrevivir
a la intemperie del olvido.
Pero el presente es súbito
como la califragía
de un relámpago.
En los costados cargo
con el torpe,
el innecesario peso
de la nostalgia.
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