El paso cambiado
En el recuerdo complaciente se descuelgan las palabras,
marchitas como las hojas declinantes de una planta
abandonada por la luz.
El viento de estos días, que allouria, la lluvia ocasional,
el pajarillo de la madrugada en los jardines
de alguna ciudad o en el alambre de las antenas,
con su descarado salmo de perpetua nostalgia.
Todo emerge subido al clamor eterno de la primavera,
esa que se estampa cíclicamente contra la misma desmemoria,
el paso cambiado.
La vida se escurre como un objeto
que se resbala en febrero de entre las manos
y cae finalmente en mayo
y cuando queremos abrir los ojos para ver los añicos
en el suelo... nunca se ha roto. Solo ha desaparecido.
Más tarde salimos de esa realidad y la canícula
nos ha barrido como una tormenta solar.
Es el dos en uno estacional. La lección olvidada:
el tiempo que se cae al vacío
sin romperse jamás.
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