La manzana y el reloj

Cuando era pequeño mi madre me alimentaba copiosamente a la hora de merendar. A eso de las 5 o las 6 de la tarde lo normal era el bocadillo de nocilla, de chorizón o de paté. Era indispensable, básico. Sanas costumbres que se pierden con la independencia y la desidia de la edad.

Si terminabas el grueso de la merienda iba un postre que no era otra cosa que una pieza de fruta: un plátano, una naranja o una manzana.

La manzana. A eso voy.

El plátano era algo dulce y podías zampártelo sin problemas después del bocadillo. La naranja, sabrosa y refrescante, se aceptaba sin rechistar. Pero si te tocaba la manzana eso ya era otra cosa. No es que supiera mal ni nada pero no entraba igual. La manzana tiene esa insipidez que hace que renuncies a ella cualquier calurosa tarde veraniega de los tempranos 90. O eso o alterar la percepción temporal y engañar a tu madre para hacerle creer que te la comiste toda.
De alguna manera yo hice las dos cosas.

Una vez que tuve la manzana en la mano, y el estómago negado a comer nada más, bajé con disimulo los dos escalones de la cocina, crucé los 20 metros que separan la casa del garaje, aparté con habilidad todo tipo de cachivaches que mi padre (sigue) almacena(ndo) y
llegué sin dificultad al fondo del mismo. Allí tiré la fruta sin chaveta detrás de un montón de bicicletas viejas. Me di la vuelta, esquivé los trastos que había apartado, salí al calor de la calle y crucé los 20 metros menos una manzana que separan el garaje de la casa.

Medio minuto después de habérseme otorgado una manzana de casi medio palmo de diámetro me presenté en los escalones de la cocina con el estómago exactamente igual de lleno, las manos en los bolsillos y una sonrisa en los labios.

Mi madre me preguntó por la manzana y yo le dije con toda la serenidad del mundo que ya la había terminado.
La bronca que me cayó...
Y un segundo viaje al garaje, a por la manzana.



Algunos/bastantes años después me paro a pensar y veo que el mundo ya va demasiado deprisa como para que encima tengamos que acelerarlo con mentirijillas vespertinas e ingenuas artimañas infantiles. Voto por sentarse en las escaleras de la tarde, respirar hondo y disfrutar de los dos minutos y cuarenta segundos que se tarda en comer con satisfacción una manzana en vida.

Comentarios

eLAmoDeLCamino ha dicho que…
No soy muy asiduo a comentar estos posts reflexivos, pero me chocó lo de la manzana. Es posible comerse una manzana en ese tiempo justo??... lo cronometraste??? xDDD..

Pues nada ahi te dejo mi primer comentario...
SALUDOS
Estefania ha dicho que…
pues sii a disfrutar de la manzana, se tarde lo que se tarde en comerla jaaja.


saludosss
Estefania ha dicho que…
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Roberto Tega ha dicho que…
Jajaja, muy audaz Camilote. La verdad es que hice un cálculo mental y me salió eso. Luego cuando acabé de escribir lo lei todo y pensé "No se tarda eso ni de coña. !Se tarda más¡" xD Pero ya era tarde así que nada. Queda como anécdota.

Cuanto más se tarde mejor, se tarde lo que se tarde como dice Tefi :)

Un saludo
Pardiez ha dicho que…
rayos, con lo bien que sienta una jugosa manzana, recien cogida del arbol, en las calurosas tardes veraniegas...

yo tambien voto por el disfrute de la misma



PD: avisa cuando abras blog! que si no, no me entero
Roberto Tega ha dicho que…
Jeje, aquella no era recién cogida del árbol pero bueno. No era como las de los manzanos de la Casina ;) Ésas sí se comían bien

Welcome, un saludo

Entradas populares de este blog

Mujeres (Manuel Vilas)

3ª y 2ª persona del plural

El sabor de la manzana