Cabe esa posibilidad
Sudáfrica. Cape Town. 2am. En el enorme loft de la quinta planta empieza a evolucionar un techno bailongo, maleable, sutil. Por los ventanales se filtra una luz tímida y aterciopelada. La luz de la luna llena africana. El tono pálido parece contradecir la certeza de una agradable sensación tropical de música y vaivén y cuerpos meciéndose al vaivén de la música. Desde la terraza, se ven muy abajo los faros de la ciudad que tintinean alegremente en nuestros ojos a causa de los cócteles y la cerveza. Alcohol. Efluvios que tejen un presente ajeno, casi cinematográfico. Hay un decálogo tácito, un circuito de beber y sudar. Sonreir, jugar, comer, bailar sin previsiones ni perversiones, sin señales horarias, sin mañanas. Sólo el arco que la luna va trazando en el cielo limpio nos puede engañar haciéndonos creer que todavía existe aquello que una vez llamamos tiempo. Nada parece haber más que el oblicuo skyline de la ciudad, la terraza, la luna y el cielo. Tenemos la extraña esperanza de que no exista nada más que este piso amplio y oscuro. Es más, cabe la posibilidad de que, en el shock del cambio, cuando salgamos ahí afuera y la música aún resuene sorda en nuestra cabeza contemplemos un mundo nuevo reinventado sin pretenderlo a lo largo de esta embriagadora noche de verano. Un regalo de reyes para la humanidad.
Siempre cabe esa posibilidad.
Comentarios
de las pletoricas
todo es tan sugerente... q envidia:)
noches de estas son universales.
a) la has vivido.
b) puedes recordarla.
brutal.
un abrazo troN
:)