"No las ves que están agotadas, que no se tienen en pie, que son ellas las que sostienen cualquier ciudad, todas las ciudades. Con el matrimonio, con la maternidad, con la viudedad, con los golpes, ellas cargan con este mundo, con este sábado por la noche donde ríen un poco frente a un vaso de vino blanco y unas olivas. Cargan con maridos infumables, con novios intratables, con padres en coma, con hijos suspendidos. Fuman más que los hombres. Tienen cánceres de pulmón, enferman, y tienen que estar guapas. Se ponen cremas, son una tiranía las cremas. Perfumes y medias y bragas finas y peinados y maquillajes y zapatos que torturan. Pero envejecen. No dejan las mujeres tras de sí nada, hijos, como mucho, hijos que no se acuerdan de sus madres. Nadie se acuerda de las mujeres. La verdad es que no sabemos nada de ellas. Las veo a veces en las calles, en las tiendas, sonriendo. Esperan a sus hijos a la salida del colegio. Trabajan en todas partes. Amas de casa encerradas en cocinas que...
Comentarios
Me explico.
Creo que es precisamente de ese horror ante el abismo, de ese temor a la no-existencia, de donde surge la devastadora ansiedad que conduce a las personas a esa espiral de consumismo, egoismo y canibalismo que tan bien ejemplifica nuestra querida sociedad de hoy en día.
Sentado frente a un banquete, y con la perspectiva de que este pueda desaparecer en cualquier momento de forma inesperada, la reacción del grueso de los seres humanos es deglutir el mayor número de alimentos posibles, sin pensar lo que ello desencadenará, ni por supuesto, en el resto de comensales de la mesa.
La Ilustración, y el cientifismo posterior, abrió un agujero en el alma de la Humanidad, al negarle su espiritualidad por no ajustarse esta al más básico empirismo; sin percartarse de que en realidad el Mundo está más dentro del ser humano que fuera de este.
En todo caso, un humano sin espiritualidad, sin una profunda autoreflexión, es una criatura coja y disfuncional, que trata de llenar sus deficiencias a través de los actos y estimulos más primitivos e instintivos; con el perjuicio que esto conlleva para los congéneres que le rodean, y para el propio planeta que habita.
No digo que no se pueda llegar a un equilibrio sin pasar por ahí - hombres de la talla de Mujica lo demuestran -, pero es, desde luego, un camino tortuoso y complicado.
Creo que esta falta de reflexión individual sobre nuestra propia existencia, tan ausente en nuestra educación y en las bases de nuestra sociedad, es uno de los motivos principales por los que estamos mandando todo al carajo tan eficaz y rápidamente.
Que no deja de estar emparentado también con la falta de educación ética y moral. Pero van de la mano.
Espero que me excuse el señor Mujica, al que admiro profundamente, por usar sus palabras como excusa para esta reflexión.