Abrir los ojos. Y ver sin falta ni sobra, a colmo en la luz clara del día perfecto el mundo, completo. Secretas medidas rigen gracias sueltas, abandonos fingidos, la nube aquella, el pájaro volador, la fuente, el tiemblo del chopo. Está bien, mayo, sazón. Todo en el fiel. Pero yo... Tú, de sobra. A mirar, y nada más que a mirar la belleza rematada que ya no te necesita. Cerrar los ojos. Y ver incompleto, tembloroso, de será o de no será, -masas torpes, planos sordos- sin luz, sin gracia, sin orden un mundo sin acabar, necesitado, llamándome a mí, o a ti, o a cualquiera que ponga lo que le falta, que le dé la perfección. En aquella tarde clara, en aquel mundo sin tacha, escogí: el otro. Cerré los ojos Vocación___Pedro Salinas El tiempo se parte en dos cuando nos vemos en la situación de elegir. Todos tenemos nuestra propia percepción del mundo y en función de ella nos vemos ante la encrucijada moral de tomar las decisiones. Yo también cerré los ojos y escogí el otro mundo. Pero fu...
Comentarios
Me explico.
Creo que es precisamente de ese horror ante el abismo, de ese temor a la no-existencia, de donde surge la devastadora ansiedad que conduce a las personas a esa espiral de consumismo, egoismo y canibalismo que tan bien ejemplifica nuestra querida sociedad de hoy en día.
Sentado frente a un banquete, y con la perspectiva de que este pueda desaparecer en cualquier momento de forma inesperada, la reacción del grueso de los seres humanos es deglutir el mayor número de alimentos posibles, sin pensar lo que ello desencadenará, ni por supuesto, en el resto de comensales de la mesa.
La Ilustración, y el cientifismo posterior, abrió un agujero en el alma de la Humanidad, al negarle su espiritualidad por no ajustarse esta al más básico empirismo; sin percartarse de que en realidad el Mundo está más dentro del ser humano que fuera de este.
En todo caso, un humano sin espiritualidad, sin una profunda autoreflexión, es una criatura coja y disfuncional, que trata de llenar sus deficiencias a través de los actos y estimulos más primitivos e instintivos; con el perjuicio que esto conlleva para los congéneres que le rodean, y para el propio planeta que habita.
No digo que no se pueda llegar a un equilibrio sin pasar por ahí - hombres de la talla de Mujica lo demuestran -, pero es, desde luego, un camino tortuoso y complicado.
Creo que esta falta de reflexión individual sobre nuestra propia existencia, tan ausente en nuestra educación y en las bases de nuestra sociedad, es uno de los motivos principales por los que estamos mandando todo al carajo tan eficaz y rápidamente.
Que no deja de estar emparentado también con la falta de educación ética y moral. Pero van de la mano.
Espero que me excuse el señor Mujica, al que admiro profundamente, por usar sus palabras como excusa para esta reflexión.