Tu ofrenda fue un reloj
La memoria es tramposa y yo no recuerdo bien si aquel día quisiste dejarme tu reloj de pulsera o el cargador del móvil. En cualquier caso era algo práctico. Pero aquel detalle, sin especial importancia, se instaló para siempre a la cabeza de mis recuerdos. Octubre iba oscureciendo los días con nubes y frío, las noches ya estaban para ponerse el abrigo y aquel Pilar nosotros íbamos cogiendo el tono, temprano, tranquilamente sentados en el bar de la Plaza. Unas cuantas botellas vacías de Mahou sobre la mesa. Recuerdo que una vez te vi en esa misma plaza, por motivos aciagos. Era antes pero después , ya no íbamos al colegio. Tu voz sonaba precipitadamente grave, de adolescente impaciente. Habías crecido por dentro, como un libro por el que pasan los años, pero tu pelo aún era rubio, tu complexión fuerte, fuerte también tu risa y las facciones de tu cara. Me impresionó tu adolescencia casi arrogante, porque la mía, ni en la voz ni en el bigote, no daba muestras aún de llegar...