Anochece
Los nubarrones parecen costillas. La noche cae como un telón de obsidiana de terciopelo y se arruga suavemente en los campos y en las antenas que se dibujan con valentía en el horizonte metálico. Aparecen las primeras estrellas seleccionadas por una especie de capricho eólico. Sus guiños parecen agónicos códigos que piden auxilio allá muy lejos. Ya sólo se oye el vals de los árboles y la insistencia rítmica de los grillos. Cae el telón de la noche, puntual e inevitable. Huele así. Es la hora exacta de sentir.
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