Cómo entender la pregunta de la realidad, aquí, dentro de esta escafandra oscura. Me han adelantado los años, lo sé. En el mar, las olas rompen a desmano, donde ya no puedo llegar. Alguna vez coroné ese pico, pero no era yo... Confiaba en salvarme, el camino parecía largo y lleno de promesas. Hoy, las nubes al atardecer forman interrogantes sobre la playa. Algunos objetos perdidos: Un reloj de pulsera. Un caballito del rancho de Playmobil. Un examen de historia. Unas gafas de sol graduadas. Varias sudaderas favoritas. Un ligamento cruzado. Trenes y algún autobús al sur. La bicicleta roja de la infancia. Amores variopintos, amistades desidiosas. Otras gafas de sol. La forma de comunicarme. El libro de Pedrito. Los aullidos, el olfato, las penúltimas gafas de sol, las estaciones del año.
A quién denunciar, donde presentar una queja, qué justicia digerirá esta verdad inexplicable: estuvieron entre nosotros pero ya no estarán más. Habitaron este mundo. Yo no sé si los hemos aprovechado bien, si hemos puesto suficiente amor encima de la mesa. No hay consuelo en la sospecha de que ese miedo es recíproco, que tampoco ellos supieron amortizar los abrazos. Cómo habitar ahora los días restantes con su presencia hueca a la vuelta de las esquinas, sin su imponderable humanidad. En las casas nuevas y desprovistas, en el imaginario que sobreviene, nadie estaba preparado para esta profética orfandad.
Abrir los ojos. Y ver sin falta ni sobra, a colmo en la luz clara del día perfecto el mundo, completo. Secretas medidas rigen gracias sueltas, abandonos fingidos, la nube aquella, el pájaro volador, la fuente, el tiemblo del chopo. Está bien, mayo, sazón. Todo en el fiel. Pero yo... Tú, de sobra. A mirar, y nada más que a mirar la belleza rematada que ya no te necesita. Cerrar los ojos. Y ver incompleto, tembloroso, de será o de no será, -masas torpes, planos sordos- sin luz, sin gracia, sin orden un mundo sin acabar, necesitado, llamándome a mí, o a ti, o a cualquiera que ponga lo que le falta, que le dé la perfección. En aquella tarde clara, en aquel mundo sin tacha, escogí: el otro. Cerré los ojos Vocación___Pedro Salinas El tiempo se parte en dos cuando nos vemos en la situación de elegir. Todos tenemos nuestra propia percepción del mundo y en función de ella nos vemos ante la encrucijada moral de tomar las decisiones. Yo también cerré los ojos y escogí el otro mundo. Pero fu...
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