Bob y yo
Unos días después de terminar Twin Peaks me levanté una mañana recordando haber pegado un puñetazo al espejo de la habitación. En una excepción brutal que sobrepasaba los límites de mi actividad nocturna los reflejos del sueño fueron idénticos a los reflejos de la realidad. Me incorporé y vi a Bob sonriendo iracundo a un palmo de mi cara. Fue de inmediato cuando salté de la cama aterrado y golpeé el espejo de la pared con el puño de la mano derecha, ni tan fuerte como para romperlo ni tan despacio como para sentir compasión alguna por el sujeto que se burlaba imitando mis movimientos en el otro lado. Todo ese día evité los espejos temiendo reflejar un individuo extraño, de largo pelo ceniciento y risa sardónica. Twin Peaks había trascendido, dejaba de ser una creación artística (y sobre todo cómica), se había convertido en la pesadilla fatal del sonámbulo, el horror de los espejos que se aborrecen, la cobardía para hacerlos añicos.
Comentarios
No he visto Twin peaks, en su dia me daba miedo y ahora...no se.
hoy no nos encontramos.
Me gusta tu blog :-)