Camisa blanca de juventud
En el pasado fue terrible constatar el pasado precedente, concebirlo tan sólo, ponerle otra vez sonrisa, dimensión, casi palparlo como a un fantasma indómito superviviente de entretiempo y exilios. Llovió después bastante y el radio de tiempo colgado de ese eje preciso conmemoró la pérdida, año tras año, como la leyenda inscrita en cada vuelta del cinturón de fuego y tiempo de un roble inmemorial. Sigue lloviendo ahora y los lodos son ya sedimentos de historia, arqueología de sentimiento, una mancha morada tan prescindible como imposible de borrar de la camisa blanca de la juventud.