Ventana de verano


Calma.
Bach compite con la orquesta
de pájaros tras la ventana.
Los campos se acompasan
a la lluvia frágil
que no arrecia ni cesa,
allí afuera, tras la ventana.
 
Mientras tanto, el cielo
se cubre las espaldas
y la mañana se enrolla
sobre sí misma 
como un nido concéntrico
o un cuerpo
que tarda en despertar.

Los minutos de un poema,
blancos y grises,
se demoran en su aventura,
penetrando en la nada.

Y al final, el aroma del mar,
sencillo, genético, inmutable,
porta una sola noticia,
llega a mí como un epílogo,
cierra de una vez
       todos mis ciclos.




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