Yo era ellos
Pasaba las fotografías rápidamente fijándome en los ojos de las personas como si examinando el pozo de sus pupilas pudiera yo diferenciar la naturaleza del enemigo. Al cabo de un instante me di cuenta de mi actitud ridícula de censor inutil y sancionador de conciencias. De que, con pose o no, todos ellos también eran yo mismo, seguramente con algún sueño o inquietud en sus mentes, con su propia lucha descendiendo en vaivén de un lado a otro, como una pluma que no llega jamás a tropezar en nada. La lucha, prefijada en la utopía o en las más altas aspiraciones, el escenario donde se desarrollan los sueños donde uno querría quedarse a vivir.
Yo era ellos, yo podía entender sus coordenadas en el campo de batalla, las de unos y otros, porque yo también albergo en mitad del pecho una escena sin paredes de tiempo, un objetivo: la lectura pausada de un solo libro bajo un cielo de acuarela azul. El silencio inquieto de un río que amasa las arenas del mar a través de los años.
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