Escuchándome
Pocas veces elijo escucharme a mi mismo en vez de escuchar mi música. Esta noche me interesa lo que yo pueda revelarme, aunque mañana resulte mentira, aunque mis otras voces resulten traidoras o farsantes.
Soy de los que piensan que hay que aprovechar todas las ocasiones de conocerse a uno mismo.
¿Los demás? Los demás no pintan nada aquí. Esto es una partida de ajedrez. Harry Haller contra su lobo. Los demás ya comerán del pastel cuando todos creemos un molde escuchándonos.
Bien.
La larga estela que arrastramos para algunos es inalterable, para otros es modificable y para mí depende del cristal con que esté observando este extraño mundo.
Los profetas se mueren de hambre, los pudientes de ignorancia, los tontos de ignorancia también, pero de otra, de la práctica.
Hay de todo en la viña del señor, y yo no me río de nadie, porque todos bebemos de la viña y todos somos borrachos a nuestra manera y todos acabaremos muriendo de una forma o de otra. Pero, sobre todo, porque creo que la viña no tiene tal señor.
Con suerte (que ni se compra ni se gana) seremos octogenarios o nonagenarios pero la longevidad no nos quitará de morir ahogados en un mar de tristeza.
Y es que en días soleados de cielo negro o en negras noches de Septiembre tengo la horrible certeza, el fatídico augurio de una muerte triste.
Por la estela, por la insorteable estela.
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