Me llevo mucho. Casi todo excepto un otoño. Me llevo las calles rotas, las miradas duras, el tiempo lavado como una roca en la esquina de un río. Me llevo la colección de acentos, las miradas duras que no dejan de recordar el futuro robado a un país, su derrota circular. Me llevo los pies descalzos, perpetuados como una maldición en el cuerpo de los niños. Me llevo el mar ambiguo, las playas, los pocos perros que siempre son el mismo, el que intenta comprender el idioma del hombre estúpido y sonriente, el idioma del hombre estúpido y afligido. Me llevo miles de recuerdos, algunos irrecuperables, algunos lacerantes como el de los dos hermanos en mitad de la noche, caminando bajo la luz única de millones de estrellas, en una carretera hacia ningún sitio. Me llevo a mí, a mis heterónimos, A mis he sido, mis revival, mi continente mudado, alterado, infectado, enfermado, resurgido. Me llevo lo que fui y lo que voy a ser. Es o...